El Auto Eléctrico y su despiadada guerra: Algunas consideraciones mexicanas
9 de septiembre de 2024
Una coyuntura particular la mexicana: en el vórtice del fuego cruzado por la competencia de auto eléctrico y en la expectativa del resultado de las elecciones de noviembre en Estados Unidos.
Son varios grupos empresariales los que nos han comentado estar pausados, hasta que se resuelva la elección en EUA. Paralizados los proyectos de instalarse en territorio mexicano de las armadoras Tesla (EUA) y de BYD (China), en espera se clarifiquen los detalles de la guerra comercial, particularmente en cuanto a aranceles. Cóctel complejo y futurista del cual saldrán oportunidades, porque río revuelto ganancia de pescadores, allí debe de estar México.
Ante la pregunta de si conviene que gane Trump o Kamala, sobran los pragmáticos que lo prefieren a él como su perro negociador.
Revisen esta entrevista reciente de Trump con Lex Friedman, una pequeña perla sobre la punción negociadora de Trump, esa especie de paranoia por ganar del american hero. La pregunta es si ese vigor serviría para estirar la liga del conflicto negociador con China y si México obtendrá beneficio de esa guerra por la supremacía mundial, al pertenecer a América del Norte, por un lado, con respecto a la situación de la detenida fábrica Tesla en Monterrey y por el otro, que México sea puente de vehículo eléctrico y automatizado para Latinoamérica, con respecto a su postura con BYD.
Pero nuestro beneficio no debería ser como mero facilitador del territorio, centro logístico, la tierra donde ocurre la producción. Si estás en medio de dónde la luz se hace, pues que se haga la luz. El beneficio para México debe ser amplio, transformador y vinculado al desarrollo del transporte autónomo.
Hablando de Robotaxis, por ejemplo, justamente su existencia podría significar grandes cambios con México, en posibilidad de negociar a la vez con ambos jugadores, los chinos para su producción en Latinoamérica y Tesla para la producción de Norteamérica.
Cualquier cosa que pase, es momento de permitir y regular el transporte público autónomo en México, con lineamiento federal de verificación. Adelantarnos de forma agresiva para que haya efectiva transferencia de tecnología, digo, que no quede de otra.
El cálculo financiero de un consumidor que compraría un Robotaxi de Tesla, por ejemplo, cambiaría drásticamente ya que el auto podría convertirse en una fuente de ingresos en lugar de un costo neto.
Deberíamos apostar a eso desde ahora, delinear una apuesta clara en favor de los renovables y la movilidad eléctrica, cimentado en una regulación inteligente y un estado de derecho sólido.
Beneficios adicionales pululan: reducción de emisiones, demanda de energía limpia, impacto en la gestión del transporte público. Ser los receptores de ese gran caudal de hacedores de taxi robot, o el pecero robot, o la gua-gua robot, la buseta, la góndola, o como quiera que usted en Latinoamérica le diga.
Estamos en el lugar para ser punteros en la adopción de la transformación profunda e imparable que se viene del auto autónomo. Y si nos movemos muy rápido y si nos movemos muy prácticos, será aún mejor. Es una buena coyuntura para México.
Ser prácticos significa no necesariamente caer en esquemas de autorregulación. No sería suficiente para garantizar la seguridad pública. Pero, de cualquier forma, necesitamos ayudar a las empresas a ser más ágiles en el desarrollo de su tecnología, estando México ahora con el privilegio de innovar en política pública en esa materia hacia el futuro. Un enfoque híbrido eficiente en el que las empresas colaboren con los gobiernos, con marcos de supervisión claros.
Obviamente las simulaciones extensivas en entornos controlados, con pruebas rigurosas en diversas condiciones y una monitorización constante. Eso debe ser tal cual. Ya en Phoenix y San Francisco hay programas piloto y Data que probablemente podría confirmar que este tipo de transporte incrementa la seguridad.
Hay que sacarle jugo a estar justo ahora/aquí en el centro de una transformación mundial.