Me gusta pensar el retrato en clave y respuesta, independiente del sujeto y del fotógrafo.
Una respuesta a eso situado dentro de la región-estómago que no tiene nombre.
Algo irreal, flotante ahí, nuevo e imperceptible al momento.
Algo que pertenece a algo distinto a lo que la cámara capta cuando ocurre.
Más allá del dibujo de esa silueta en el hombro, de esos huecos duros que son arruga, del pezón que brota y, sabiéndolo falso, arriesga.
Me gusta pensar el retrato entre ese instante relampagueante en que coincide el click, y la memoria propia que se queda en la bolsa.
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Nuestro equipo de exploradores urbanos ha rescatado los Retratos de Octavio, por los rumbos del Centro Histórico de la Ciudad. Incisivo retratista de amplio espectro.

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